Catequistas de la igualdad, enemigos de la libertad

ID de publicación: 906
Catequistas de la igualdad, enemigos de la libertad

Autor: JESUS CACHO.

VOZ POPULI DIARIO DIGITAL

PUBLICADO 29.09.2019 – 05:15 ACTUALIZADO29.09.2019, – 05:21

Son las condiciones materiales en las que viven los individuos las que determinan la organización de la sociedad, y son los cambios de los medios de producción los que provocan los cambios socioeconómicos. Puro “materialismo histórico”, de acuerdo con el evangelio de Marx. En el Manifiesto Comunista, el de Tréveris y su colega Engels afirman taxativos que “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”. Dando una vuelta de tuerca a la concepción dialéctica de la historia de Hegel, Marx la concibe como la consecuencia de la evolución de las circunstancias materiales por encima de las ideas. Y en esto llegó Thomas Piketty, 48 años, economista francés, un marxista de laboratorio que ha revolucionado a la intelligentsia francesa al sostener que el motor de la historia no han sido las condiciones materiales, como sostuvo Marx, sino la ideología. La lucha ideológica como responsable de la miseria de antaño y de las desigualdades del momento. ¡Es la ideología, idiotas!

Desde que el pasado 12 de septiembre viera la luz en Francia “Capital e Ideología” (Editorial Seuil, 1.232 páginas), la polémica se ha adueñado de la escena cultural gala, como ya ocurriera con “El capital en el siglo XXI”, la obra de Piketty aparecida en 2013 que a finales de 2018 había vendido 2,5 millones de copias en todo el mundo. El libro, cuya aparición en español se anuncia para el 26 de noviembre, hace un recorrido histórico desde la sociedad estamental del Antiguo Régimen hasta nuestros días sobre el origen de las desigualdades y su justificación teórica. Hablamos del nuevo mantra que inunda los medios de comunicación de medio mundo y los discursos de cualquier político que se precie. La desigualdad como causante de los males del capitalismo y la democracia. La aspiración a la igualdad por decreto. La igualdad en el frontispicio de esa Sexta Flota ideológica de la que participa el feminismo rampante, la ideología de género y la “emergencia” climática, flota que mantiene en escandalosa tocata y fuga cualquier atisbo de visión liberal de la vida y de la organización social. 

De “libro fascinante” lo ha calificado Nicolas Baverez, editorialista de Le Figaro. Con el respaldo de un formidable aparato estadístico, Piketty ha ampliado el concepto de desigualdad más allá de lo salarial a rubros tales como la salud, la educación o la huella ecológica, y a áreas geográficas hasta ahora tan alejadas del canon occidental como India o China. La desigualdad no es un subproducto del sistema de producción, sino el motor de la historia. No es económico ni tecnológico, sino ideológico y político. Tres libros en uno. En el primero, el más largo, realiza un recorrido por los “regímenes de desigualdad” a lo largo de la historia, hasta llegar a la sociedad de propietarios que instaura la Revolución Francesa y, mucho más recientemente, la era socialdemócrata surgida al final de la II Guerra Mundial con la aparición de los sistemas de protección social que dan acceso a sanidad y educación para todos con cargo a unos impuestos que en muchos casos llegan a rozar lo confiscatorio. El francés sostiene que, a partir de 1980, la revolución reaganiana y el colapso del sistema soviético dieron paso a un “hipercapitalismo” que ha supuesto un claro resurgimiento de la desigualdad, legitimada por la “ideología dominante” en la defensa del derecho de propiedad, el papel de los empresarios en la creación de riqueza, el comercio y la movilidad del capital financiero y, sobre todo, el talento y el esfuerzo, la meritocracia, esa apelación a las capacidades individuales que tanto encabrita a los marxistas de toda laya y condición.

En el segundo, el economista galo pasa revista a la evolución de las democracias parlamentarias en Europa y USA, poniendo el énfasis en la “traición” de unos partidos socialdemócratas que han terminado por abrazar la ideología de la desigualdad. Piketty habla de la “izquierda Brahmán” como dócil gestora de las contradicciones de ese hipercapitalismo, elite apenas interesada en imitar el estilo de vida de la “derecha mercader” (empresarios y financieros), lo que ha terminado por dejar a su suerte a unas clases populares hoy fácil presa de nacionalismos y populismos.  

Esta revolución ya no pasa por la desprestigiada dictadura del proletariado sino por un «socialismo participativo» capaz de dar cristiana sepultura al capital y a la propiedad privada»

Pero es en el tercer libro donde el autor, este “Marx del siglo XXI” como lo califican algunos, entra en materia al proponer la superación del capitalismo mediante “la construcción de un nuevo horizonte igualitario con un objetivo universal e internacionalista” como única forma de luchar contra la desigualdad. Porque solo la ideología puede combatir eficazmente la ideología. Esta revolución ya no pasa por la desprestigiada dictadura del proletariado sino por un «socialismo participativo» capaz de dar cristiana sepultura al capital y a la propiedad privada. Por un lado, con una batería de impuestos progresivos que lleve los tipos marginales hasta el 70% o incluso el 90% en renta, patrimonio y sucesiones. Por otro, con la socialización de la propiedad y la rotación del patrimonio mediante una dotación universal de 120.000 euros para cada individuo mayor de 25 años. En España, el socialista Jordi Sevilla, junto a una docena de expertos, acaba de presentar un informe intitulado “Reforzar el bienestar social”, en el que se propone “una renta básica universal ligada al IRPF”. Para eludir la soberanía y la competencia entre Estados, Piketty imagina un esquema garantizado por una “democracia transnacional” encargada, a nivel mundial, de la justicia fiscal y la gestión de los bienes públicos globales. Átenme esa mosca por el rabo.

Un Gran Hermano global

La idea de ese “socialismo del siglo XXI” más parecido a un Gran Hermano global que a otra cosa, un mundo orwelliano cerrado a la iniciativa individual, suena a ensoñación tan alejada de la realidad que debería incitar a la risa si al mismo tiempo no infundiera pavor. Imposible imaginar hoy un Estado fiscal y social mundial desconectado de cualquier forma de soberanía democrática. Acabar con la propiedad privada impediría dar respuesta a los desafíos de la revolución digital y la transición ecológica, que requieren la movilización de capacidades de inversión, creativas y empresariales que no pueden ser monopolio estatal. Implicaría ignorar los efectos del crecimiento y las nuevas tecnologías sobre el empleo y la movilidad social. Supondría enterrar el progreso. Si erradicar el capital y la propiedad privada fuera la solución, la extinta Unión Soviética no solo no se hubiera derrumbado con estrépito corroída por la miseria general, sino que hoy sería la concreción del paraíso en la tierra. El último intento conocido ha tenido lugar en la Venezuela chavista, por no hablar de Cuba, con los resultados conocidos. Precisamente las desigualdades más lacerantes se dan en los regímenes comunistas, entre una elite dirigente enriquecida y una gran masa depauperada.

Jesús Cacho

Marino mercante. Escritor. Periodista. www.vozpopuli.com MADRID. (España)